Tras un periplo por su veterinario habitual, un hospital veterinario cercano a mi localidad de residencia y, posteriormente otro hospital de derivación donde fue atendida por una neuróloga que, ciertamente consiguió estabilizarla por unas horas, mi perrita llego a este centro veterinario tras ocho días sufriendo "ataques epilépticos en racimo." Su estado empeoró por día: no controlaba esfínteres, dejó de comer, perdía temperatura y entraba en un estado de coma durante horas. Recurrí a estos profesionales por primera vez. Llegué buscando una última opinión que me convenciera de que, la eutanasia, era el último acto de afecto que podía tener con Sheyla. José Ramón Rodríguez, veterinario titular de este centro, me propuso intentar un tratamiento más amplio, esto es, no sólo centrado en el problema neurológico, sino tratando las distintas posibles causas que podían ocasionar el cuadro de síntomas descrito y , por supuesto, alimentarla por sonda nasogástrica . Acepté, y hoy, día de Noche Vieja, estoy ante el ordenador compartiendo esta experiencia con vosotros en compañía de Sheyla. Gracias. Mil gracias a ambos.